viernes, 28 de noviembre de 2025

Educar en Sexualidad: Por Qué Necesitamos Facilitadores, no solo Informantes.



 

Educar en Sexualidad: Por Qué Necesitamos Facilitadores, no solo Informantes.

Monografía del taller impartido a alumnos del ICEUABJO
Por: Dr. Francisco José Leyva Álvarez

Como psicólogos y educadores, sabemos que la sexualidad es una dimensión central del ser humano, un pilar del desarrollo integral que entrelaza lo biológico, lo psicológico, lo social y lo afectivo, tal como lo define la UNESCO (2018). Sin embargo, con demasiada frecuencia, la formación que ofrecemos a los futuros educadores sexuales traiciona esta premisa fundamental. Los programas se limitan a un enfoque informativo, equipando a los profesionales con datos y estadísticas, pero dejando de lado el desarrollo de habilidades relacionales y vivenciales que son cruciales para abordar un tema tan íntimo y complejo. La tesis de este análisis es clara: es urgente integrar un enfoque humanista y metodologías activas en la formación de educadores sexuales para forjar profesionales capaces de crear espacios de aprendizaje seguros, éticos y verdaderamente transformadores, a la altura de los desafíos del contexto actual.

El Espejismo de la Información: Por Qué el Modelo Tradicional ya no es Suficiente

Durante décadas, la educación sexual se ha abordado desde un paradigma puramente informativo o biologicista, centrado en la anatomía, la reproducción y la prevención de riesgos. Este modelo, aunque bienintencionado, resulta profundamente inadecuado para abarcar la complejidad de la experiencia sexual humana en una sociedad hiperconectada y cambiante. La información, por sí sola, no genera conciencia, no desarrolla empatía ni modifica conductas arraigadas en creencias y emociones profundas.

Este enfoque tradicional choca frontalmente con la definición de Educación Sexual Integral (ESI) promovida por la UNESCO (2018), que la concibe como un proceso pedagógico que integra de manera holística los aspectos biológicos, emocionales, sociales, relacionales y éticos de la sexualidad. El viejo paradigma se vuelve obsoleto frente a los desafíos contemporáneos: la avalancha de desinformación en internet, la persistencia de la violencia de género, los riesgos digitales y los discursos polarizantes que instrumentalizan la sexualidad. La insuficiencia de un modelo meramente informativo no es un simple debate académico; es un riesgo social que nos deja vulnerables, perpetúa mitos y no nos prepara para construir relaciones sanas, consensuadas y respetuosas. Es hora de reconocer que para educar en sexualidad, necesitamos una alternativa más profunda y efectiva.

La Revolución Humanista: Formar para Acompañar, no para Juzgar

El cambio de paradigma que necesitamos proviene del enfoque humanista, una filosofía que sitúa a la persona en el centro del proceso de aprendizaje. En lugar de ver al estudiante como un recipiente vacío que debe ser llenado de datos, el humanismo lo reconoce como un ser con una capacidad innata para el crecimiento, la autodirección y la autenticidad. Aplicar este enfoque a la educación sexual es una decisión estratégica que transforma radicalmente el rol del educador y la naturaleza del aprendizaje.

El núcleo de esta perspectiva se encuentra en las tres actitudes fundamentales del facilitador, descritas por el psicólogo Carl Rogers (1961), que se convierten en la piedra angular de una práctica educativa ética y efectiva:

  • Congruencia: Implica ser auténtico y transparente. El educador no se esconde detrás de un rol de experto infalible, sino que se muestra como una persona real. Esta autenticidad genera confianza y crea un ambiente donde los estudiantes se sienten seguros para explorar sus propias dudas y emociones.
  • Empatía: Es la capacidad de comprender profundamente el mundo subjetivo del estudiante —sus creencias, miedos y experiencias— sin emitir juicios. Acompañar desde la empatía significa escuchar activamente y validar los sentimientos, creando un espacio donde el otro se siente verdaderamente visto y comprendido.
  • Aceptación Positiva Incondicional: Consiste en valorar a cada persona por lo que es, con un respeto genuino por su diversidad corporal, sexual y relacional. Esta aceptación es la base para construir un entorno seguro, libre de prejuicios, donde todos los participantes se sientan validados.

Esta perspectiva rogeriana se enriquece con las aportaciones de otros humanistas como Abraham Maslow, quien integra la sexualidad en la búsqueda de la autorrealización, y Virginia Satir, cuyo énfasis en la comunicación auténtica es clave para la construcción de vínculos sanos. El impacto de este enfoque es revolucionario: el educador deja de ser un mero "informante" para convertirse en un "facilitador de procesos". Su labor ya no es dictar verdades, sino acompañar a los estudiantes en su propio camino de autoaceptación, reflexión crítica y toma de decisiones consciente. Esta filosofía, sin embargo, requiere de herramientas prácticas para cobrar vida en el aula.

Del "Saber" al "Saber Hacer": El Poder de las Metodologías Activas

El humanismo sin la práctica vivencial es una mera declaración de intenciones; las metodologías activas son la congruencia, empatía y aceptación puestas en acción. De nada sirve adoptar una postura empática si las prácticas pedagógicas siguen siendo pasivas y unidireccionales. Las metodologías activas son el puente indispensable entre la teoría humanista y una práctica educativa transformadora, llevando el aprendizaje del "saber" abstracto al "saber hacer" concreto.

Estas metodologías ponen al estudiante en el centro de la acción, convirtiéndolo en protagonista de su propio aprendizaje. A continuación, se describen tres herramientas clave y su impacto en la formación sexual:

  • Aprendizaje Experiencial: Basado en el ciclo de Kolb (1984), este método permite conectar la teoría con la vida. En lugar de solo hablar de consentimiento y límites, se utiliza el "mapa corporal afectivo-sexual" para que cada persona identifique y sienta sus propios límites en el cuerpo, haciendo que conceptos abstractos se vuelvan experiencias tangibles y encarnadas.
  • Role-Playing: Esta técnica es invaluable para practicar habilidades cruciales en un entorno seguro y controlado. Permite ensayar conversaciones difíciles, como la comunicación del consentimiento, la negociación de métodos de protección o la identificación de las primeras señales de violencia en una relación. Su poder reside en que transforma el conocimiento pasivo en una competencia conductual activa.
  • Análisis de Casos y Dilemas Éticos: Presentar a los futuros profesionales situaciones complejas fomenta el pensamiento crítico y la responsabilidad. Se pueden utilizar herramientas como el "Semáforo de los vínculos" (basado en Amorós, 2016) para analizar casos de violencia en el noviazgo, obligando a los participantes a identificar sesgos, aplicar principios éticos y desarrollar estrategias de intervención fundamentadas.

El beneficio principal de estas prácticas es que trascienden la simple memorización de datos. Tal como lo promueve la Organización Mundial de la Salud (OMS), su objetivo es desarrollar un conjunto integral de competencias socioemocionales, éticas y conductuales que preparen a las personas para navegar la vida de manera saludable y consciente. Así, se moldea un nuevo tipo de profesional, equipado no solo con información, sino con la sabiduría de la práctica.

Construyendo Agentes de Cambio: El Perfil del Educador Sexual del Siglo XXI

Definir con claridad las competencias del nuevo educador sexual es una tarea de importancia estratégica, no solo para las instituciones formativas, sino para la sociedad en su conjunto. Necesitamos profesionales que no solo dominen el contenido, sino que sean capaces de gestionar la complejidad emocional y relacional inherente a la sexualidad.

Este modelo formativo, que integra la filosofía humanista con la práctica vivencial, cristaliza en un perfil profesional definido por cinco competencias interconectadas e indispensables:

  • Competencias comunicativas: Habilidad para la escucha activa, la formulación de preguntas poderosas y la comunicación auténtica, en línea con los aportes de autoras como Virginia Satir, para facilitar diálogos constructivos y no impositivos.
  • Habilidades de contención emocional: Capacidad para manejar las emociones intensas que pueden surgir en el aula, creando un espacio seguro donde los participantes puedan expresarse sin temor a ser juzgados o desbordados.
  • Sólido conocimiento científico: Un dominio actualizado y basado en evidencia sobre el desarrollo sexual, la salud sexual y reproductiva, el género y la diversidad, libre de mitos y prejuicios.
  • Sensibilidad ética y perspectiva de derechos humanos: Una brújula moral inquebrantable, fundamentada en el respeto, la confidencialidad, la inclusión y la promoción de los derechos sexuales como derechos humanos universales.
  • Capacidad para facilitar procesos vivenciales: Dominio de metodologías activas que permitan a los participantes conectar el aprendizaje con su propia experiencia, fomentando la autorreflexión y el autoconocimiento.

Este perfil profesional no es un ideal abstracto, sino una respuesta directa y necesaria a las urgencias de nuestro tiempo. Estos educadores se convierten en agentes de cambio, verdaderos promotores de la prevención de violencias, el fomento de relaciones sanas y la construcción de una cultura del bienestar sexual integral. Su labor trasciende el aula para convertirse en un acto de salud pública y justicia social.



Un Llamado a la Acción: Hacia una Formación Verdaderamente Transformadora

En última instancia, debemos entender que una educación sexual de calidad, impartida por profesionales debidamente formados, es una de las herramientas más poderosas de justicia social que poseemos. Es un motor para la equidad de género, la prevención de la violencia y la promoción de la salud y el bienestar emocional de las nuevas generaciones. Por ello, este análisis culmina con un llamado a la acción.

Hago una invitación directa a mis colegas en los campos de la psicología y la educación, así como a las instituciones universitarias y centros de formación, para que reflexionemos críticamente sobre nuestras prácticas pedagógicas. ¿Estamos realmente preparando a los futuros educadores para los desafíos que enfrentarán? ¿O seguimos anclados en modelos informativos que, aunque seguros, resultan insuficientes?

Invertir en una formación humanista y experiencial para los educadores sexuales no es un lujo ni una opción secundaria; es una responsabilidad ética ineludible. Es apostar por la construcción de una sociedad más justa, informada y compasiva. Asumamos el compromiso de formar facilitadores que no solo entreguen información, sino que devuelvan a las personas el poder sobre su propia historia afectiva, erótica y relacional.

Referencias

Aebersold, M. (2016). El uso de simulación para mejorar la práctica basada en evidencia. Visiones del mundo sobre la enfermería basada en la evidencia, 13 (4), 279–281.https://doi.org/10.1111/wvn.12157

Amorós, P. (2016). Violencia en el noviazgo adolescente: Prevención y educación . Graó.

Ausubel, DP (1983). La adquisición y retención del conocimiento . Paidós.

Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido . Siglo XXI Editores.

Johnson, DW y Johnson, RT (1999). Aprendiendo juntos y solos: Aprendizaje cooperativo, competitivo e individualista . Aique.

Kaplan, SA (1995). Manual ilustrado de terapia sexual . Debolsillo.

Knowles, MS (1980). La práctica moderna de la educación de adultos: De la pedagogía a la andragogía . Prensa de la Universidad de Oxford.

Kolb, DA (1984). Aprendizaje experiencial: La experiencia como fuente de aprendizaje y desarrollo . Prentice Hall.

Maslow, AH (1991). Motivación y personalidad . Ediciones Díaz de Santos.

Organización Mundial de la Salud. (2003). Habilidades para la vida: Manual para educadores . OMS.

Reid, G. (2013). Consentimiento y ética sexual en la sociedad contemporánea . Rutledge.

Rogers, CR (1961). El proceso de convertirse en persona: Mi técnica terapéutica . Paidós.

Satir, V. (1983). Terapia familiar conjunta . Editorial Pax México.

UNESCO. (2018). Orientaciones técnicas internacionales sobre educación en sexualidad: Un enfoque basado en la evidencia . Publicaciones de la UNESCO.

Weeks, J. (2014). Sexo, política y sociedad: La regulación de la sexualidad desde 1800 (4.ª ed.). Routledge.

Asociación Mundial para la Salud Sexual. (2014). Declaración de los derechos sexuales . ERA Publicación.https://worldsexualhealth.net/


miércoles, 5 de noviembre de 2025

Más Allá de 'Cosas de Niños': 5 Revelaciones sobre el Bullying que Debes Conocer


 

Más Allá de 'Cosas de Niños': 5 Revelaciones sobre el Bullying que Debes Conocer

Por: Dr. Francisco José Leyva Álvarez.

Comúnmente se piensa en el bullying como "cosas de niños" o simples peleas de patio escolar, una etapa inevitable del crecimiento. Sin embargo, esta visión simplista ignora las complejas dinámicas psicológicas, sociales e incluso legales que definen a este grave fenómeno. Este artículo te revelará cinco verdades sorprendentes, extraídas de la investigación psicológica y la legislación, que cambiarán tu forma de entender el rol del agresor, la víctima y, sobre todo, de los espectadores que los rodean.


1. La verdadera definición no es la agresión, es el desequilibrio de poder

El elemento más crítico que define al bullying no es el acto agresivo en sí mismo, sino el desequilibrio de poder estructural y persistente. La interacción entre el agresor y la víctima se conoce como una "relación complementaria", donde una persona ocupa una posición superior (one-up) y la otra, una inferior (one-down). El agresor ejerce poder, intimidación o manipulación, mientras que la víctima es percibida como vulnerable y con menos recursos —ya sean físicos, sociales o psicológicos— para defenderse.

Esto lo diferencia de un "conflicto simétrico", como una pelea ocasional entre compañeros con un nivel de fuerza similar. En un conflicto simétrico, ambas partes tienen la capacidad de responder y el ciclo puede terminar. En el bullying, el desequilibrio es precisamente lo que permite que el acoso se mantenga y se repita en el tiempo.

Esta distinción es crucial porque nos ayuda a entender por qué una víctima no puede simplemente "defenderse". La naturaleza misma de la dinámica le impide responder en igualdad de condiciones, haciendo inútil el consejo de "devolver el golpe".

2. El origen del agresor: una mezcla sorprendente de familia y psicología

Lejos del estereotipo del "niño malo", el comportamiento de un agresor es el resultado de una compleja interacción de variables familiares y psicológicas. De manera contra intuitiva, tanto los estilos de crianza extremadamente permisivos (falta de límites consistentes) como los severamente punitivos o autoritarios (castigo físico humillante) pueden fomentar conductas agresivas. El primero enseña impunidad; el segundo, que la fuerza es la herramienta correcta para relacionarse.

A esto se suman rasgos psicológicos clave, como una capacidad limitada para la empatía, que le impide reconocer el sufrimiento ajeno, y una fuerte necesidad de dominio y poder para elevar su estatus social. En algunos casos, la agresión puede incluso ser un mecanismo de defensa para ocultar una baja autoestima.

El entorno familiar es el primer modelo de interacción y poder que experimenta el futuro agresor. La presencia de violencia, la falta de límites consistentes o incluso un castigo físico severo enseñan que el poder y la fuerza son las herramientas correctas para relacionarse.

Comprender esta multifactorialidad es más útil que simplemente etiquetar, ya que apunta a posibles áreas de intervención tanto en el entorno familiar como en el escolar para corregir el rumbo.

3. El poder oculto de los espectadores: el silencio es aprobación

El grupo más numeroso y decisivo en cualquier situación de acoso no es el agresor ni la víctima, sino los espectadores. Su reacción puede detener el abuso o perpetuarlo. Los espectadores pueden asumir diferentes roles: ser "reforzadores" que ríen y animan; "ayudantes" que se unen activamente a la agresión; "defensores" que intervienen o buscan ayuda; o "pasivos" que simplemente observan.

El hallazgo más impactante es que el silencio de un observador pasivo es interpretado por el agresor como una aprobación tácita. Este silencio a menudo se debe al fenómeno psicológico de la "difusión de la responsabilidad", donde en un grupo grande, cada individuo asume que otro intervendrá, y al final, nadie lo hace.

Esta es quizás la clave más importante para el cambio. El espectador no es un actor neutral, sino un jugador fundamental con el poder de validar la agresión con su pasividad o desmantelarla con su acción.

4. De 'cosas de niños' a problema de salud pública: el bullying no se 'inventó' ayer

Aunque la intimidación entre pares ha existido siempre, su reconocimiento como un problema grave y digno de estudio es relativamente reciente. La investigación sistemática sobre el bullying comenzó alrededor de 1970, liderada por el psicólogo noruego Dan Olweus. Su trabajo fue catalizado por una trágica ola de suicidios de adolescentes en Escandinavia, lo que obligó a Noruega a lanzar la primera campaña nacional anti-bullying en 1982.

La investigación de Olweus y sus sucesores demostró las graves y duraderas secuelas psicológicas del acoso, transformando la percepción del fenómeno. Se pasó de considerarlo una parte normalizada y de "baja intensidad" del crecimiento a entenderlo como una crisis de salud pública. Años más tarde, tragedias como la masacre de la escuela secundaria de Columbine en 1999 en Estados Unidos, aunque complejas, cimentaron en la conciencia pública la gravedad de la violencia escolar, incluido el acoso.

Este contexto histórico es fundamental para comprender por qué generaciones anteriores pudieron haber minimizado el problema y por qué las intervenciones educativas y legales de hoy son tan necesarias para proteger a los niños y adolescentes.

5. La responsabilidad final: la ley que puede sancionar a los adultos por omisión

Quizás la realidad más sorprendente es que la responsabilidad del bullying no termina en los niños involucrados. La legislación moderna se extiende a los adultos que los rodean. Un ejemplo contundente es el del estado de Oaxaca, en México, donde la ley va más allá de los protocolos escolares.

El Código Penal de Oaxaca (Artículo 201) establece un delito específico por "omisión de atención en caso de acoso escolar". Esto significa que cualquier persona que tenga la obligación de cuidar a un menor —incluidos padres, tutores y personal escolar— y que ignore o no actúe ante un caso de bullying, puede enfrentar consecuencias legales.

La sanción es de uno a cinco años de prisión, una pena que se incrementa en una tercera parte si la omisión es cometida por los padres o tutores del menor.

Este marco legal redefine fundamentalmente las reglas del juego. Proteger a los niños del acoso ya no es solo un deber moral, sino una obligación legal para toda la comunidad de adultos, y la inacción tiene consecuencias penales.


El bullying no es un simple conflicto entre dos personas; es un fenómeno social complejo sostenido por desequilibrios de poder, dinámicas familiares, la psicología individual y, de manera crucial, la conducta del entorno. Comprender que la agresión nace de contextos complejos, que los espectadores tienen el poder de cambiar el resultado y que los adultos tienen una responsabilidad legal ineludible, nos obliga a actuar.

Sabiendo que el silencio puede ser interpretado como aprobación y la inacción puede tener consecuencias legales, ¿cuál es el primer paso que podemos dar para convertirnos en defensores activos en nuestro entorno?


Referencias.

Olweus, D. (1998). Conductas de acoso y amenaza entre escolares (Colección Pedagogía). Ediciones Morata. (Obra original publicada en inglés en 1993, Bullying at School ).
Olweus, D. (2014). Acoso escolar, "bullying", en las escuelas: Hechos e intervenciones. Unidad de Igualdad de Género y Erradicación de la ViolenciaCentro de investigación para la Promoción de la Salud, Universidad de Bergen, Noruega2, 1-23.
Méndez, I. & Cerezo, F. (2010). Bullying: Acoso entre escolares. Modelos de intervención educativa . Pirámide.
Castellanos, J., Castillo, J., & Velázquez, M. (2018). Variables emocionales y sociomorales asociadas con el tipo de rol que asumen los alumnos y alumnas en el maltrato entre iguales. Apuntes de Psicología, 36 (2), 263-273.
Congreso del Estado de Oaxaca. (2015, 9 de febrero). Ley contra la Violencia y Acoso entre Iguales para el Estado de Oaxaca (Decreto No. 658). Periódico Oficial del Gobierno del Estado de Oaxaca, Extra.
Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca (IEEPO). (sf). Protocolo para prevenir, detectar y actuar en casos de: Abuso Sexual Infantil, Acoso Escolar y Maltrato, en el estado de Oaxaca . [Documento electrónico]. recuperado de https://serviciosenlinea.ieepo.gob.mx/.



lunes, 3 de noviembre de 2025

Lo que no nos enseñaron sobre la Sexualidad


 

Lo que No Nos Enseñaron sobre la Sexualidad: Un Viaje en 3 Etapas Clave


Dr. Francisco José Leyva Álvarez


Introducción

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la sexualidad como un aspecto central del ser humano que abarca el sexo, las identidades y roles de género, la orientación sexual, el erotismo, el placer, la intimidad y la reproducción. Por lo que necesitamos entender que la sexualidad humana es un tema complejo, a menudo reducido a clichés o malentendidos. Se nos ha enseñado a asociarla casi exclusivamente con la biología de la adolescencia o las prácticas de la vida adulta, ignorando que su desarrollo es un viaje mucho más profundo y fascinante.

Este viaje, que define gran parte de nuestra identidad y bienestar, comienza mucho antes de lo que la mayoría cree y evoluciona a lo largo de toda nuestra existencia. Lejos de ser un simple impulso, es una construcción constante de quiénes somos.

En este artículo exploraremos tres etapas clave de este proceso, revelando verdades fundamentales que cambiarán tu perspectiva sobre cómo se forma una de las dimensiones más esenciales del ser humano.

1. La base de todo: La sexualidad no nace en la pubertad, sino en la infancia.

Una de las ideas más contraintuitivas es que las raíces de nuestra vida sexual se hunden en los primeros años de vida. Es crucial aclarar que esto no se refiere en absoluto a prácticas adultas, sino al primer y más fundamental descubrimiento del cuerpo, las emociones y los afectos que sientan las bases para el futuro.

  • Descubrimiento corporal: Desde el nacimiento, los bebés experimentan bienestar a través del contacto físico y las caricias. A partir de los tres años, emerge una curiosidad natural por su propio cuerpo y el de los demás. Esta exploración, que a veces incomoda a los adultos, es un comportamiento sano y una parte esencial del autoconocimiento. 
  • El rol del entorno: La forma en que los adultos responden a las preguntas y a la curiosidad infantil es determinante. Las reacciones de vergüenza, el silencio o los castigos pueden asociar la sexualidad con la culpa y el miedo. En cambio, cuando se responde con naturalidad y respeto, se moldea una percepción sana y segura.
  • Aprendizaje de roles de género: En esta etapa también se aprende qué significa ser "niño" o "niña" según la sociedad. A través de la observación y la imitación, los niños interiorizan los roles de género que, si no se abordan con una mente abierta, pueden llegar a limitar su identidad futura.

Es importante refexionar sobre estos puntos de la construcción de la sexualidad en la infacia y niñez,  porque demuestra que las bases de una identidad sexual sana y segura no se construyen con charlas de prevención en la adolescencia, sino sobre la confianza, límites  y la comunicación abierta desde los primeros años de vida.


2. Más allá de las hormonas: La adolescencia es la construcción de una identidad.

La adolescencia suele ser vista como una explosión hormonal, pero esta visión es incompleta. Los cambios biológicos son solo el catalizador de una transformación mucho más profunda: la construcción consciente de la propia identidad sexual y afectiva.

  • Transformación integral: Los cambios hormonales y físicos son la parte visible, pero el verdadero trabajo ocurre a nivel psicológico y social. Durante esta etapa, el adolescente comienza a definir su identidad sexual y su orientación. La aceptación de la diversidad sexual y un acompañamiento afectivo y sin prejuicios son fundamentales para su bienestar emocional.
  • El aprendizaje afectivo: Las primeras relaciones amorosas son mucho más que un impulso. Son un campo de aprendizaje fundamental donde se experimenta con el respeto, se aprende sobre el consentimiento y se empieza a construir la responsabilidad afectiva.
  • El desafío de las influencias externas: Los medios de comunicación y las redes sociales ejercen una influencia poderosa, presentando a menudo una visión distorsionada, superficial o sexualizada. Por ello, una educación crítica es vital; una que enseñe a gestionar emociones y a construir relaciones sanas, yendo más allá de la simple prevención de embarazos o infecciones de transmisión sexual (ITS).

 Entender la adolescencia de esta manera nos ayuda a dejar de verla como una etapa "problemática". En realidad, es un momento crucial para formar individuos emocionalmente inteligentes, respetuosos y seguros de sí mismos.

3. Un viaje continuo: La sexualidad adulta es dinámica y emocional.

Existe el mito de que la sexualidad adulta, una vez alcanzada la madurez, es estática o puramente física. La realidad es que se trata de una dimensión que sigue evolucionando, integrando la experiencia de vida y convirtiéndose en un pilar del bienestar emocional.

  • Integración y expresión: En la adultez se integran todas las dimensiones de la sexualidad: la biológica, la afectiva y la social. Se convierte en una forma de expresar intimidad, placer y comunicación profunda. Esta expresión es diversa y puede vivirse de múltiples maneras (en monogamia, en abstinencia voluntaria, etc.), siempre que se base en el consenso y el bienestar mutuo.
  • La clave no es solo biológica: La satisfacción sexual en la madurez no depende exclusivamente de la juventud, sino que se construye activamente. La capacidad de comunicación, la empatía y la conexión emocional son herramientas que podemos cultivar para una vida sexual plena. Además, la sexualidad adulta es dinámica y se ve influida por experiencias vitales como el estrés, la paternidad o maternidad, las responsabilidades laborales o los cambios hormonales.
  • Salud, no solo ausencia de enfermedad: El concepto de salud sexual va más allá de prevenir enfermedades. Implica un estado de bienestar integral que enriquece la vida de las personas, como lo define la OMS.

La salud sexual, según la OMS, no es solo la ausencia de enfermedad, sino un estado de bienestar físico, mental y social en relación con la sexualidad.

Conclusión

Entender la sexualidad como un viaje que dura toda la vida nos libera de la presión de verla como un conjunto de eventos biológicos aislados. Es, en realidad, una construcción integral de nuestra identidad que moldea cómo nos vemos, cómo amamos y cómo nos relacionamos. Esta perspectiva nos invita a cultivar la autoaceptación y a construir vínculos más honestos y profundos en cada fase de nuestra existencia.

Educar en sexualidad no significa promover prácticas sexuales, sino formar personas conscientes, libres, respetuosas y responsables de su cuerpo y de sus relaciones. La sexualidad, entendida en su sentido más amplio, es una expresión del ser humano que contribuye al bienestar, la autoestima y la plenitud personal.


Referencias:

Jurgenson, J. L. Á. G. (1986). Sexoterapia integral. Editorial El Manual Moderno.

Martínez, J. (2024). Hablemos de sexualidad en familia: Cómo abordar la educación sexual con nuestros hijos. editorial peniel.

Fajardo, D. P. C. (2022). Educación sexual integral en la escuela. Revista Unimar40(1), 136-151.

Duskin, R., Papalia, D., & Wendkos, S. (2009). Psicología del desarrollo: de la infancia a la adolescencia. Recuperado de https://psicobolivar. files. wordpress. com/2011/09/psicologia-del-desarrollo-11maedicic3b3n. pdf.

¿DESDE DÓNDE AMO?

  Elaborado por: Dr. Francisco José Leyva Álvarez 1. Introducción: El Mito de Empezar de Cero ¿Alguna vez has pensado que una nueva relaci...